Técnica de Estudios para las Oposiciones

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Técnicas de estudio elaboradas por profesionales para aprovechar al máximo el estudio para las
oposiciones
1.- Introducción
2.- La mentalidad del que oposita
3.- Organización del trabajo
4.- Importancia de las técnicas de estudio
5.- La lectura como primer paso
6.- Subrayado y esquema. Dos fases complementarias
7.- El resumen
8.- Memorizar
9.- El repaso como última fase
10.- ¿Cuánto tiempo estudiar al día?
11.- ¿Cuándo es mejor estudiar?
12.- Preparación para examinarse

Técnicas de estudio elaboradas por profesionales para aprovechar al máximo el estudio para las
oposiciones
1.- Introducción
Los resultados que obtiene un opositor (como cualquier estudiante) están en función de sus
capacidades y de su interés, por supuesto, pero también de las técnicas de estudio que utiliza.
O sea:

RENDIMIENTO = CAPACIDADES + INTERÉS + TÉCNICAS

Si en la escuela no se implantan las técnicas de estudio dentro del proyecto curricular, el opositor
debiera tomar, entonces, la iniciativa de realizar un curso que le sea de utilidad, en algún centro
especializado en este tipo de enseñanza.
Repetidamente, en todos los niveles y ámbitos intelectuales, los cursos de Técnicas de Estudio
vienen cosechando buenos resultados.
Ciertamente, todo estudiante ha ido desarrollando, en mayor o menor medida, una serie de hábitos
para desempeñar mejor su trabajo intelectual. Sin embargo, como ocurre en cualquier oficio o
profesión, unos hábitos son más eficaces que otros, e incluso algunos son perjudiciales. Por eso,
insistimos en la necesidad de adquirir (o, en su caso, potenciar) unas técnicas de estudio que le
permitan lograr la máxima eficiencia en la preparación de su oposición.
El estudio es una actividad compleja que exige unas técnicas específicas y que precisa una
organización adecuada. De lo que se trata es de saber estudiar. Saber estudiar supone, en primer
lugar, organizar el trabajo en función de sus propias capacidades y de las condiciones en que se
encuentra; en segundo lugar, conocer las reglas de la asimilación intelectual, es decir, del
aprendizaje verbal, así como de los factores que en él influyen; por último, utilizar técnicas
facilitadoras del trabajo intelectual.
Así pues, el estudio eficaz supone conocer, pero sobre todo, practicar una serie de técnicas que
potencian el rendimiento intelectual. Desde aquí, animamos a realizar una evaluación de sus propios
hábitos de estudio.
Y, sobre todo, le alentamos a mejorarlos. Las técnicas de estudio no son un
alambicado y exótico conjunto de normas, más o menos útiles, sino una necesidad real para obtener el máximo rendimiento al trabajo intelectual.
Lo más difícil no es reconocer la importancia y la necesidad de las técnicas de estudio, sino su puesta en práctica día a día. Y, sin embargo, se trata de eso, precisamente: no de saber lo que hay que hacer, sino de hacerlo.
Ello, quizá, supone un cambio en sus hábitos de estudio. Decididamente, le
animamos a mejorarlos.
Queremos subrayar con trazos muy gruesos que debe huir de la desorganización y del desprecio del método.
Como en cualquier actividad, la organización y el método producen más y mejores resultados que el mero espontaneísmo, el capricho, la improvisación y la anarquía. Debe considerar que la preparación en una oposición es un trabajo y ello le exige un comienzo y un final cada día. Un
horario constante y disciplinado.
Para aprobar la oposición tiene que proveerse de un elevado nivel motivacional y de una actitud positiva. Ambos influyen notablemente en el aprendizaje y, por tanto, en el rendimiento intelectual.
La motivación influye, sobre todo, en el nivel de atención y de concentración, necesario en el trabajo intelectual para conseguir resultados positivos. En este sentido, nuestro consejo es que busque el apoyo de sus preparadores y también de sus compañeros. Recíprocamente, el Centro a quien confíe su preparación debe ofrecerle una formación personalizada, para evitar un descenso en su motivación.
La complejidad de la actividad de estudio exige actuar con método e inteligentemente (la inteligencia consiste, precisamente, en escoger, entre varias posibilidades, la más eficaz).
Por tanto, el estudio eficaz consiste en un estudio metódico, fruto de la aplicación de unas reglas y nos conocimientos sobre el aprendizaje humano.
Sólo este estudio con método le puede permitir alcanzar las dos grandes aspiraciones de cualquier opositor: aprobar, y hacerlo con el menor esfuerzo posible. Y no hay duda de que los que aprueban
una oposición no siempre son los que más han estudiado, sino los que mejor lo han hecho. Se trata de estudiar mejor, no de estudiar más; es una cuestión de calidad, no de cantidad.

2.- La mentalidad del que oposita

Lo primero que queremos pedirle es que cambie el «chip», es decir, que deseche la mentalidad típica del universitario español que, habitualmente, deja los estudios para el último momento. Esa es una costumbre que (si la tiene) debe erradicar. Darse el gran palizón en vísperas del examen no le va a servir para aprobar una oposición. Al contrario: el éxito del opositor reside en la planificación, la dosificación y la constancia.
Por tanto, lo que inicialmente debe preguntarse es si ha aprendido a aprender. Porque, sin duda, hay hábitos y actitudes que mejoran el rendimiento intelectual.
Aprobar una oposición supone un reto, una dificultad que no todos son capaces de superar.
Aproximadamente, la mitad de los que se presentan van bien preparados y tienen posibilidades reales de aprobar. Por lo tanto, la otra mitad, no.
Ese reto exige renunciar a muchas cosas. Lo esencial es que se establezca un horario y que lo cumpla: su cuerpo se acostumbra a cierto ritmo y así rinde más. Se suele decir que el opositor es un ser difícil de ver porque casi no sale, por lo que inspira cierta compasión a sus familiares y amigos...
hasta que aprueba. Entonces, comienza a ser admirado porque ha conseguido un empleo para toda la vida y con la garantía del Estado.
Así pues, aprobar una oposición es un reto, sí, pero que merece la pena, porque el premio es sustancioso. Por lo tanto, el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio que le exige una oposición se compensan con el premio que espera alcanzar.
Sin duda, el protagonista de una oposición es el opositor. Los demás (preparadores, profesores, centro de estudios, temarios...) son personajes secundarios o, simplemente, el decorado de la obra teatral. Pero el personaje central de ésta es usted, el opositor. Que el desenlace sea comedia o drama depende, principalmente, de usted. Nadie podrá examinarse por usted. Es usted quien debe responder el día del examen. Por tanto, debe concienciarse de su papel de líder en esta andadura, y
tomar las riendas. Nadie podrá sustituirle, ni ocupar su puesto o desempeñar su papel. Por eso, le pedimos que «cargue las pilas», que haga acopio de todas sus fuerzas, que recolecte todas sus energías. ¡Las va a necesitar!.
Los preparadores son sus ayudantes, sus orientadores, sus guías. Sin duda, debe apoyarse en el equipo docente (y también en los compañeros). Están a su disposición para motivarle, marcar su ritmo de estudio, actualizar el temario, explicarlo, aclarar las dudas y evaluar el estado de su preparación. Pero, al fin, ellos, sin usted (sin su esfuerzo) no tienen nada que hacer. Del mismo modo, la familia y los amigos pueden prestarle un apoyo moral muy valioso. ¡Utilízelo! Cultive el compañerismo: nadie le comprende mejor que otro opositor.
Puesto que se ha decidido a opositar, debe concentrar su vida en esta actividad. Su empleo será el de opositar. Tómeselo como un verdadero empleo que, como cualquier otro, requiere un horario. No es necesario que lleve una vida de monje de clausura. Más horas de estudio no siempre equivalen a mayor rendimiento. Lo que necesita es, sobre todo, organizarse.
Para evitar desmoralizarse debe proponerse objetivos inmediatos, para que vaya viendo los resultados. Una oposición se gana por etapas. Por cierto, una oposición es, evidentemente, una competición en la que lucha contra usted mismo y también contra los demás opositores. Lo que hagan éstos no depende de usted. Lo que haga usted, sí. Por tanto, dedíquese a preparar la
oposición con la máxima dedicación. No obstante, le aconsejamos que busque nuevos amigos entre los compañeros de oposición, le serán muy útiles, le apoyarán en muchas ocasiones, porque tienen unas inquietudes comunes.
Con mucha frecuencia se dice que el deporte y las oposiciones son muy semejantes. Es verdad.
Ambas exigen un gran espíritu de sacrificio y un entrenamiento continuado.
Concretamente, la prueba atlética más semejante a una oposición es una carrera de resistencia, donde no importa la velocidad inicial, sino el ritmo sostenido. En ambas, las virtudes esenciales son:
la constancia, la tenacidad, la fuerza de voluntad, la autoconfianza y la motivación de logro. Aprobar una oposición depende más de ciertas actitudes personales que de aptitudes como memorizar o «cantar» temas (que pueden aprenderse).

3.- Organización del trabajo

Ser organizado es la mejor virtud del opositor, y planificar su preparación, la mejor estrategia de
éxito. Por tanto, debe elaborar una estrategia para aprobar su oposición.
Le suponemos muy bien informado sobre las características de la oposición que ha decidido preparar.
Si aún tiene alguna duda, deberá resolverla, porque una información completa, clara y precisa sobre ella, es fundamental. Sólo así podrá comenzar a organizar su trabajo para los próximos meses.
Se suele decir que los estudiantes españoles no tienen una buena metodología de estudio, y que su error más común es la falta de planificación y, particularmente, el ir dejando trabajo para las vísperas
del examen. Así no se aprueba una oposición.
Tampoco puede contar con el factor suerte, ya que, como mucho, podría tenerla en una de las pruebas, pero no en todas.
Debe, pues, rehuir tanto de la improvisación como de la anarquía.
En efecto, debe distribuir el tiempo total de preparación entre todo el temario.
Pero, lo más importante: cumpla su propio programa. Para ello, debe hacer un programa de trabajo, que puede contrastar con sus preparadores para ir al unísono en su esfuerzo y terminar dominando los ejercicios a los que se va a enfrentar.
Una vez aclaradas las dudas, le sugerimos que elabore un cuadro sinóptico de su oposición.
No dude en consultar a sus preparadores cualquier duda que le surja a la hora de completar este cuadro.
Una vez realizado el estudio del tiempo necesario para dominar todo el temario, se debe preguntar:

¿Tengo horas suficientes para preparar la oposición que he elegido? ¿Cuánto tiempo me debe llevar?
El tiempo dedicado a cada tema dependerá en parte del conocimiento previo de la materia por parte del opositor.
No obstante no debe olvidar al considerar el tiempo, que según va avanzando en el temario, tiene que repasar lo anterior. Evidentemente, al comienzo de su preparación tiene más peso el aprendizaje de temas nuevos que el repaso, pero, conforme va avanzando en el temario, la balanza se va
inclinando hacia el lado del repaso.

Debe considerar que debe hacer simulacros de examen, controles periódicos. Es conveniente hacerlos con periodicidad mensual y de todas las materias, ya que de ellos podrá extraer conclusiones para mejorar su preparación: dedicar más tiempo a cierta materia, acelerar el ritmo en tal otra, etc. Al mismo tiempo, debe compararse con sus compañeros de preparación, porque no debe olvidar que se va a encontrar con unas plazas limitadas, que sólo se conceden a los que mejor realicen las distintas pruebas que se propongan.
Una vez analizado el tiempo que necesita para dominar los ejercicios, no olvide que lo que otros han podido hacer, usted también podrá conseguirlo con constancia.
De todos modos, a la hora de hacer su programación, debe tener en cuenta que ésta debe ser:

• Realista. Si no, no podrá cumplirla. Cuente el tiempo diario de que dispone.
Deduzca el que debe acudir a clase más los desplazamientos.
• Flexible. Inevitablemente, a lo largo de su preparación van a surgir hechos y acontecimientos imprevistos que van a obligarle a perder tiempo. Por tanto, tendrá que recuperarlo. Nuestro consejo es que realice los ajustes dentro del mismo mes en que se producen; es decir, que, al finalizar cada mes debe haber cumplido el
programa correspondiente en su totalidad. Si no lo hace así, irá posponiendo temas del primer mes al segundo, de éste al tercero... y, al final, no llegará a tiempo.
• Revisable. Aunque haya procurado hacerse un programa realista, quizá surjan circunstancias que le inviten a rehacerlo: por demasiado ambicioso, por excesivamente laxo, porque cambia su situación profesional o familiar, porque cambian las fechas de examen...
• Personalizada. Cada opositor debe hacerse su propio plan. Tenga en cuenta, en
primer lugar, su disponibilidad horaria y, en segundo, su capacidad. Ni todos los
opositores disponen del mismo número de horas diarias para el estudio, ni todos
tienen la misma capacidad de aprendizaje. Por tanto, cada uno debe hacerse su plan
personalizado de preparación, con el asesoramiento permanente de sus
preparadores.
• Escrita. Para que se comprometa más. Para que no se le olvide. Para que, en todo
momento, pueda confirmar si lo va cumpliendo.
• Equilibrada. En un doble sentido: en el reparto del tiempo por materias y en la relación entre estudio y repaso. A cada materia debe dedicarle el tiempo que usted necesite; nadie mejor que usted sabe cuál es su grado de conocimiento de esta o aquella materia, de tal o de cual tema... Lo cierto es que su programación debe conseguir que, a la hora del examen, lleve suficientemente preparadas todas las materias, con independencia del tiempo que haya dedicado a cada una.

Por otro lado, la proporción entre repasar y estudiar debe ser la adecuada para permitirle que no se le vaya olvidando lo anterior a medida que va aprendiendo temas nuevos. Eso quiere decir que tendrá que dedicar cada vez más tiempo al repaso porque tiene más temas para repasar, que para estudiar.
Esta programación debe ir en sintonía con la propuesta por los preparadores, porque periódicamente le van a realizar una serie de pruebas, que debe tener preparadas y a punto. De lo contrario, no podrá realizar esos simulacros necesarios para consolidar su preparación. Si sus esfuerzos van dirigidos en otro sentido al de la organización de su preparación, no puede conseguir la necesaria evaluación de su rendimiento.

4.- Importancia de las técnicas de estudio

Le ofrecemos a continuación unas técnicas básicas, a modo indicativo, que se deben tener en cuenta para que el trabajo sea más rentable y los resultados lleguen más rápidamente:
Lectura: lo primero que hay que hacer a la hora de abordar un tema es leerlo, eso le permitirá hacerse una idea general del mismo y saber de qué va, se deben relacionar los nuevos contenidos con los que ya conocidos, se comprobará que muchos de ellos no son nuevos. Existen unas técnicas para lograr una lectura eficaz:
• No se fije en las palabras aisladas, hay que hacerse con la visión del conjunto.
• Intente entender lo que lee, haciendo las anotaciones que considere oportunas, consultando el diccionario…
• La velocidad de la lectura debe ser moderada, el texto se debe seguir con los ojos, sin mover la cabeza, ir ajustando la velocidad a la dificultad del texto.
• Fije la vista en la parte superior de las palabras.
Subrayado: subraye sólo las palabras que expresen ideas generales, el subrayado le permitirá hacer el resumen.
Resumen: debe recopilar ideas principales, mejor con sus propias palabras, respetando siempre el mensaje del texto.
Esquema: debe poner palabras clave, significativas, que le permitan ir rellenando los apartados, a las ideas principales se deben subordinar las secundarias. Se pueden usar letras, llaves, números…, lo que mejor le facilite el aprendizaje.
Memorización: Ya ha hecho la mayor parte del trabajo, ahora debe memorizarlo y consolidarlo. Coja el esquema y desarróllelo en voz alta, intentado seguir el resumen que se hizo. Repita el tema tantas veces como sea necesario, hasta que sea capaz de reproducirlo correctamente.
Repaso: conviene que al finalizar el día se haga un repaso de todo lo estudiado, se debe además reservar un día a la semana para los repasos. Es la mejor técnica para recordar y evitar que nos queden lagunas.